domingo, 3 de junio de 2012

Rayuela



Hace unos días terminé este libro y lo quiero compartir porque es maravilloso. Más allá de la forma recontrarebuscada de contar una historia, el tipo usa el lenguaje y el idioma en toda su plenitud. La lectura se justifica solamente con la forma de escribir, más allá de las historias de los personajes. Es como música hecha con el lenguaje y hace aborrecer todas las traducciones baratas que estamos acostumbrados a leer.
He aquí un fragmento no publicado:

´´…y recuerdo la delicadeza con la que, en aquella parrillita de la rue El Chajá, hincabas tus caninos de una blancura límpida y virginal en ese choripán mariposa que siempre pedias de entrada. A mí me gustaba jugar a adivinar el momento justo en que esa gotita de grasa especiada aparecería entre la comisura de tus labios para escaparse en un corto y denso descenso hasta quedar dura, cual estalactita de colesterol, en el lado derecho de tu barbilla. Pienso en esa gotita de chorigrasa y me siento feliz por ella y su bienaventuranza, por la dulzura con la que el destino la ha tratado, porque pienso que morir en tu rostro es un final mucho más noble que, por ejemplo, escurrirse entre los fierros de construcción de 8mm de la parrilla y calcinarse en las brasas o aventarse a un vuelo cuasi suicida por sobre los cortes de asado y achuras para aterrizar en el delantal del parrillero y endurecerse junto a otras gotitas viejas que corrieron la misma suerte y ya han juntado restos de hollín, sudor y algún elogio de otro colega parrillero que ese día había oficiado de comensal. Pero me entristezco también por esa gotita de pansa redonda y rellena de triglicéridos, porque pienso que si ese día Garbarino no hubiese publicitado su superoferta de dos aire acondicionado de 50000 frigorías al precio de uno el ambiente del ristorante hubiese sido propicio para mantenerla en estado líquido y que pueda continuar su carrera deslizándose por tu cuello Channel número 5, escurriéndose por debajo de la blusa y, luego de dibujar una curva entre tus senos, seguir descendiendo para terminar finalmente absorbida por el ovillo de pelusa de tres días que venís juntando en tu ombligo y con el que podrían jugar durante horas enteras una pareja de gatitos persas de escasos meses de edad…´´
Fragmento de la novela Ranchuela de Julio Crotázar.

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