jueves, 14 de marzo de 2013

Encuentros con la Belleza



La flecha me ha alcanzado.
La he visto alzarse en su vuelo desde muy lejos y descender sobre mi cuerpo malherido, atravesando el viento con la solidez de  la roca, decidida en su objetivo, no ha dudado un instante el lugar de su incisión.
Siento ahora, el helado sabor de su mordida.
He de sangrar por mi herida y con esa sangre purificar el karma que me impide diferenciar el dulzor de la cicuta.
Es la sangre la que, en formas de lágrimas, lavará las formas adultas y acabadas y regará la inocencia y la pureza.

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