lunes, 28 de mayo de 2012

Bangkok, capital de Tailandia


Llegué a Bangkok con muchos preconceptos en la cabeza, me habían dicho que era una ciudad gris, quilombo para acá y para allá, una contaminación infernal. No encontré eso, la capital de Tailandia es un poco gris, un poco quilombo, un poco contaminación. Un poco de lo que me habían dicho, pero solo un poco.
Los tailandeses son, en su mayoría, budistas. En Bangkok continuamente te cruzás con los monjes budistas, que son personas que abandonan todo y dedican su vida a la religión. En teoría están siguiendo los consejos de Siddhartha Gautama (el buda, o primer buda) para alcanzar la iluminación*. Una de las cosas que decía Siddhartha era que, para lograr este objetivo, era necesario desprenderse de todo bien material, vivir como vago errante, dormir en la calle y alimentarse de la caridad de la gente. Esta religión ha sido elogiada por los críticos más picantes, como Frederick Nietzsche, argumentando que enriquecía a las personas porque las hacía responsables de sus actos y exigía una mejora humana continua. Eso es lo que en teoría hacen estos monjes. Yo no tengo intención de ponerme a hablar mal del budismo ahora, pero Nietzsche era un pelmazo.
Yo no sé hasta qué punto es válido juzgar una doctrina no por lo que es en sí misma, sino por sus efectos sobre las personas, pero me voy a dar ese permitido. Estos muchachos monjes, que han abandonado la vida de comodidades materiales andan con celulares touch screen X2530 new generation baby, compus portátiles y, lo que es pior, sus harapos huelen mejor que los míos. Es una lástima que el tiempo y las personas deformen todo en todos los ámbitos de la vida, ¿o me van a decir ahora que si Perón viviese hoy, sería Peronista?

* El hombre, razonando como hombre, está condenado a sufrir, la muerte está siempre presente, uno se pone viejo y doloroso, las enfermedades caen sobre los seres queridos etc etc. Alcanzar la iluminación significa eliminar todo sufrimiento y librarse de la rueda del karma que nos hace reencarnar una y otra vez.





 El Rey. Un día estábamos en la estación de tren y empezó a zonar una música, al mismo tiempo todos se pusieron de pié o dejaron de caminar, era el himno del Rey que suena todos los días en esos lugares.

Tuktuk del infierno.

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