viernes, 4 de mayo de 2012

Bali, Indonesia

La libertad de los indonesios para sacar charla en cualquier situación se transforma en su peor cualidad cuando se llega a un lugar turístico, y Bali sí que lo es. La isla es una telenovela llena de chicos del surf dorados por el sol que hacen que la tabla de lavar ropa tallada en mi abdomen a fuerza de gimnasio y lechuga no arranque suspiros femeninos sino más bien carcajadas universales.
Los lugareños viven del turismo y son absolutamente insoportables, te quieren vender hasta lo que no tienen y en las situaciones más inoportunas, te preguntan si estas buscando una habitación cuando uno vuelve de la playa con la malla mojada y lleno de arena o te quieren meter en una oficina para venderte un tour de 4 días cuando uno anda con una mochila de 15 kilos encima.  El método también es de lo menos elegante, la promoción del negocio se reduce, por ejemplo, a cruzarse en el camino repitiendo la palabra shopping shopping shopping hasta que la silueta del potencial cliente se pierde en el horizonte. De todas maneras debo admitir que causa cierta simpatía el hecho de que queden totalmente desconcertados al no comprender por qué no compraste esa máscara de chimpancé que estaba tan barata.
Pese a esto Bali tiene sus cosas lindas, la mayoría es de religión hinduista lo que hace que en cada casa haya un templo y unas esculturas increíbles. También en las intersecciones de las rutas principales hay unas esculturas inmensas de seres del mar de lo más estrepitosos. Por la mañana la gente sale a las puertas de sus hogares, de sus negocios, a su auto o moto, al mar, a la calle, a todos los sitios, y deja unos pequeños arreglitos hechos con hojas de palma, flores y alguna comidita a modo de ofrenda, para dar gracias y pedir que todo vaya bien.  Los dioses son infinitos y están en todos los lados, si uno observa puede ver que a los árboles más grandes y viejos les han puesto una faldita, la misma que les ponen a las esculturas de piedra de los dioses.
Una particularidad del idioma balinés es que tiene diferentes ´´niveles´´, es decir, se usan diferentes palabras en función de la clase social de quien las pronuncia y/o recibe. Comprender esto permite evitar situaciones como, por ejemplo, estando en el restaurant 7 estrellas Carlomagnus Imperator llamar la atención del camarero vía chiflido y gritarle ´´viejaaaaaaa habilítame una milanga y una de litro´´. O estando en un carrito bondiolero de la costanera decir algo como ´´disculpe señor chef especialista en los más refinados cortes porcinos, sería tan amable de alcanzarme la botelia de extractos especiados´´ mientras se enaltece la nariz y se frunce el culo.

Playa escondida


Ganesha cuidaba el hostel de noche.

Alguna ceremonia desde un puente.

La misma ceremonia a 1 segundo de saltar del puente.


La misma ceremonia a 0,5 segundos de tocar el suelo.


Más arrozales.


Ganesha también nos cuida de día.

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