Después de una breve sesión interrogatoria en la sala de migraciones, pudimos entrar a Singapur.
Nuestro paso por esta ciudad-estado fue algo más que fugaz, pero alcanzó para sacarnos nuevas ampollas en los pies de tanto caminar. Caminar porque es como mejor se conoce, caminar porque hace bien a la salud, caminar porque es barato.
Singapur es uno de los países más ricos del mundo. Y la verdad es que se nota, la ciudad entera es un despilfarro de plata, empezando por las megaconstrucciones típicas del año 3000 y terminando por los refinados toilettes –digo tualets- de los edificios públicos que te echan perfumito de los campos de lavandas del sur de Francia.
Estos son algunos de los edificios que se pueden ver:
Para los que todavía dudan de que el dinero todo lo puede acá tienen una refutación rotunda y contundente. Un barco cortado al medio y relleno con arena, agua y palmeras, sobre tres edificios de 50 pisos en el medio de la ciudad.
¿De dónde saldrá todo esto? ¿no? Bueno, Singapur es uno de
los principales centros financieros del mundo, es decir, tiene plata, y en un
sistema en el que 5 pesos acá valen un poquito más que 5 pesos allá, tener
plata es condición necesaria y suficiente para todo el resto.
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